CON MÁS FORMACIÓN, MÁS COMPETITIVOS

Artículo del Presidente de CEA para Andalucía Inmobiliaria Nº 137

Una de las variables que nos acompañan en estos tiempos, y que no admite discusión, es la celeridad en los cambios y, por tanto, la volatilidad de los conocimientos.

Resulta muy complicado tratar de hacer comprender a nuestros hijos que no hace mucho, existía un mundo en el que ni había teléfonos móviles, ni internet, ni vuelos low cost, ni muchísimos otros avances tanto tecnológicos como sociales, que son totalmente comunes entre todos nosotros hoy día.

Estos avances han sido posibles gracias a la capacidad de innovación y asunción de riesgos de nuestra sociedad, en la que las empresas han llevado a cabo un indudable liderazgo organizativo y de producción de nuevos bienes y servicios.

Pero esos cambios también tienen un enorme impacto en los propios procesos productivos y en la consecuente demanda de esos bienes y servicios, es decir, se produce un proceso de retroalimentación en el que a la innovación le sigue inmediatamente una imperante necesidad para poder hacer un uso eficaz de esos nuevos procesos o servicios.

En ese sentido, se produce una demanda de formación que se convierte en estratégica para el conjunto de nuestra sociedad, pues la respuesta a dicha demanda es la que realmente hará posible el avance económico y social de la misma.

La formación adquiere así un elemento determinante. Una demanda de adquisición de conocimiento y experiencias que no se concentra ya en las etapas iniciales de la vida, sino que tiende a desplazarse a lo largo de toda ella. Que no se concentra en un tipo de trabajo determinado, sino que afecta a todas las ocupaciones. Siendo transversal.

En concreto, la gran demanda es la adquisición de competencias para las personas, que faciliten su tránsito entre sectores, que favorezca la empleabilidad y que incremente, por tanto, la competitividad del sistema empresarial en su conjunto.

El mundo de la empresa se encuentra también íntimamente conectado a las esferas formativas, tanto en su condición de receptor de recursos humanos, como asumiendo su propia responsabilidad formadora y como principal interesado para mantener su capacidad competitiva en el mercado.

En ese contexto se inscribe, por ejemplo, el Libro Blanco sobre la Formación que recientemente ha elaborado CEOE. Un documento que recoge lo que las organizaciones empresariales esperan del sistema de formación, a qué criterios y objetivos debería responder, y cómo entiende el sector empresarial que debe ser su gobernanza y organización. Documento que propone un nuevo modelo que tiene como objetivo principal dotar a las empresas españolas y a sus trabajadores de un sistema de formación ágil, eficiente, seguro y de calidad que es el que necesitan para su competitividad.

Y en ese marco debe inscribirse también la futura Ley de Formación Profesional que el Gobierno de Andalucía está elaborando y que debe poner de manifiesto la trascendencia que para una Comunidad Autónoma como la nuestra tiene una adecuada oferta formativa. Una ley que debe pensar, sobre todo, en el futuro. Hoy día sigue existiendo una brecha entre lo que se estudia en los centros formativos y lo que se necesita en el seno de las empresas.

Nuestra capacidad de innovación, requiere que exista un acompasamiento entre demanda empresarial y oferta formativa. En esa línea, la promoción de la formación dual puede ser un elemento determinante para el futuro de Andalucía.

Resulta necesario implementar con criterios de calidad y eficacia esa denominada formación dual, pues es la que facilita una relación más cercana entre el alumnado y el sistema productivo.

Es muy importante desarrollar nuestro sistema de formación profesional, especialmente en sectores que demandan una gran cantidad de recursos humanos, como son los servicios o la construcción.

En el caso del sector inmobiliario, por ejemplo, cada vez va a tener mayor impacto la capacidad competencial del trabajador, que su propia capacidad física, pues los procesos de modernización tecnológica y la profunda tecnificación de las construcciones, demandarán un nuevo tipo de trabajador que aún está por formarse.

Asimismo, la formación continua adquiere una nueva dimensión en un mundo como hemos dicho cada vez más cambiante, tecnológicamente más avanzado y productivamente más diversificado.

En todo caso, debemos ser conscientes que la educación y la formación son una responsabilidad compartida del conjunto de la sociedad, porque son un elemento indispensable en nuestro desarrollo presente, pero sobre todo futuro.