CONSTRUYENDO EL MUNDO EN EL QUE QUEREMOS VIVIR: UNA UNIÓN DE VITALIDAD EN UN MUNDO DE FRAGILIDAD
Estimado Señor Presidente;
Señorías:
Una de las personas con mayor coraje de nuestros tiempos, Andrei Sakharov, que goza de gran admiración en esta cámara, siempre mencionaba su fe inquebrantable en la fuerza oculta del alma humana.
En los últimos seis meses, los europeos han demostrado lo fuerte que esa alma humana puede llegar a ser.
Lo hemos visto en los trabajadores asistenciales, que se han desplazado a las residencias para cuidar de los enfermos y los ancianos.
En los médicos y los enfermeros que se han convertido en miembros de las familias de aquellos que se encontraban en su último aliento.
En los trabajadores de primera línea que han trabajado día y noche, una semana tras otra, asumiendo riesgos para que el resto de nosotros no tuviésemos que hacerlo.
Su empatía, su valentía y su sentido del deber son una inspiración para todos nosotros, y quería empezar este discurso rindiéndoles homenaje.
Sus historias nos dicen mucho sobre el estado de nuestro mundo y el estado de nuestra Unión.
Nos muestran el poder de la humanidad y un sentido del duelo que perdurará durante largo tiempo en el seno de nuestra sociedad.
Sin embargo, también nos dejan patente la fragilidad que nos rodea.
Un virus mil veces más pequeño que un grano de arena nos ha dejado claro lo delicada que puede ser la vida.
Ha revelado las deficiencias de nuestros sistemas sanitarios y los límites de un modelo que valora la riqueza por encima del bienestar.
Ha hecho que centremos nuestra atención en la fragilidad planetaria que percibimos cada día a través de los glaciares que se funden, los bosques que arden y, ahora también, una pandemia mundial.
Ha cambiado totalmente la forma de comportarnos y comunicarnos, manteniéndonos alejados, con nuestras caras ocultas por máscaras.
Nos ha mostrado la fragilidad en la que realmente se asienta nuestra comunidad de valores, y lo rápido que puede ponerse en cuestión tanto en el resto del mundo como incluso dentro de nuestra propia Unión.
Sin embargo, la gente quiere salir de este mundo del coronavirus, de la fragilidad y la incertidumbre: está lista para el cambio y lista para avanzar.
Este es el momento de Europa.
El momento en el que Europa debe abrir el camino desde esta fragilidad hacia una nueva vitalidad. De esto quiero hablarles hoy.
Señorías:
Les digo esto porque, en los últimos meses, hemos vuelto a descubrir el valor de todo aquello que tenemos en común.
Como individuos, todos hemos sacrificado una parte de nuestra libertad personal por la seguridad de los demás.
Como Unión, todos hemos compartido una parte de nuestra soberanía por el bien común.
Hemos transformado el miedo y la división entre Estados miembros en confianza en nuestra Unión.
Hemos mostrado lo que se puede hacer cuando confiamos los unos en los otros y cuando confiamos en nuestras instituciones europeas.
Con ello, escogemos no solo arreglar las cosas y recuperarnos pensando en el aquí y el ahora, sino dar forma a una mejor forma de vivir en el mundo de mañana.
Esto es NextGenerationEU.
Es nuestra oportunidad de hacer que las cosas cambien de acuerdo a nuestra voluntad, y no como respuesta a catástrofes o a lo que otros en el mundo nos dicten.
De renacer más fuertes creando oportunidades para el mundo de mañana y no solamente dando respuesta a contingencias del mundo de ayer.
Contamos con todo lo necesario para conseguir que eso suceda. Hemos abandonado las viejas excusas y las comodidades que siempre nos han frenado. Tenemos la visión, tenemos el plan, tenemos la inversión.
Ahora, es el momento de ponernos manos a la obra.
Esta misma mañana he enviado una carta de intenciones al presidente Sassoli y a la canciller Merkel, como representante de la Presidencia alemana, en la que señalo los planes de la Comisión para el año que comienza.
No voy a presentar todas las iniciativas hoy, pero sí quiero mencionar los aspectos en que nuestra Unión debe centrarse durante los próximos doce meses.
SALIR ADELANTE JUNTOS: CUMPLIR LA PROMESA DE EUROPA
Señorías:
Los europeos aún están sufriendo.
Este es un período de ansiedad profunda para millones de personas preocupadas por la salud de sus familias, por el futuro de sus empleos o simplemente por llegar a fin de mes.
La pandemia, y la incertidumbre que conlleva, todavía no han terminado, y la recuperación aún está dando sus primeros pasos.
Por ello, nuestra primera prioridad es salir adelante juntos; estar ahí para quienes nos necesitan.
Gracias a nuestra economía social de mercado sin parangón, Europa puede lograrlo.
Ante todo, se trata de una economía humana que nos protege contra los grandes peligros de la vida: la enfermedad, las malas rachas, el desempleo o la pobreza. Nos aporta estabilidad y nos ayuda a soportar mejor las perturbaciones; crea oportunidades y prosperidad fomentando la innovación, el crecimiento y la competencia justa.
Esa promesa duradera de protección, estabilidad y oportunidades nunca ha sido tan importante como lo es hoy.
Permítanme explicarles por qué.
En primer lugar, Europa debe continuar protegiendo las vidas y los medios de subsistencia.
Esto cobra aún mayor importancia durante una pandemia que no muestra signos de agotarse o de perder intensidad.
Sabemos con qué rapidez pueden escalar las cifras de forma descontrolada, de modo que debemos continuar afrontando esta pandemia con sumo cuidado, responsabilidad y unidad.
En los últimos seis meses, nuestros sistemas sanitarios y sus trabajadores han obrado milagros.
Todos los países han dado el máximo por sus ciudadanos.
Europa, por su parte, ha conseguido más que nunca trabajando en común.
Cuando los Estados miembros cerraron sus fronteras, creamos corredores verdes para el transporte de mercancías.
Cuando más de 600 000 ciudadanos europeos quedaron atrapados en distintas partes del mundo, la Unión los trajo de vuelta a casa.
Cuando algunos países instauraron prohibiciones a la exportación de artículos médicos de importancia crítica, conseguimos evitarlo y garantizar que los suministros médicos críticos pudieran llegar allí donde eran necesarios.
Hemos trabajado con la industria europea para aumentar la producción de mascarillas, guantes, tests y ventiladores.
Nuestro Mecanismo de Protección Civil ha podido garantizar que médicos rumanos tratasen a pacientes italianos o que Letonia pudiera enviar mascarillas a sus vecinos del Báltico.
Y lo hemos logrado sin disponer de plenas competencias.
Para mí, es más que evidente: tenemos que construir una Unión Europea de la Salud más fuerte.
Para empezar a hacer realidad este objetivo, ahora debemos extraer las primeras lecciones de la crisis sanitaria.
Tenemos que dotar de perspectivas de futuro a nuestro nuevo programa EU4Health. Esta es la razón por la que he propuesto aumentar sus recursos, y por la que agradezco que este Parlamento esté dispuesto a luchar por conseguir una mayor financiación y compensar los recortes realizados por el Consejo Europeo.
También tenemos que reforzar nuestra preparación ante las crisis y nuestra capacidad de gestión de las amenazas transfronterizas para la salud.
En primer lugar, propondremos reforzar y capacitar a la Agencia Europea de Medicamentos y al CEPCE, nuestro centro para la prevención y el control de las enfermedades.
En segundo lugar, crearemos una BARDA europea, una agencia europea de investigación y desarrollo biomédico avanzado. Esta nueva agencia reforzará nuestra capacidad y nuestra disposición para responder a las amenazas y emergencias transfronterizas, ya sean de origen natural o humano. Necesitamos contar con existencias de productos estratégicos que nos permitan sortear las dependencias de la cadena de suministro, especialmente por lo que se refiere a los productos farmacéuticos.
En tercer lugar, está más claro que nunca que debemos debatir la cuestión de las competencias en materia de salud. Se trata, en mi opinión, de una tarea noble y urgente para la Conferencia sobre el Futuro de Europa.
También creo que, al tratarse de una crisis mundial, debemos extraer lecciones globales. Esta es la razón por la que, junto con el primer ministro Conte y la Presidencia italiana del G-20, convocaré una Cumbre Mundial sobre la Salud el próximo año en Italia.
Así, demostraremos a los europeos que nuestra Unión está ahí para proteger a todos.
Esto es exactamente lo que hemos hecho en lo que respecta a los trabajadores.
Cuando asumí mi cargo, me comprometí a crear un instrumento para proteger a los trabajadores y a las empresas de las perturbaciones externas.
Lo hice así porque sabía por mi experiencia como ministra de Trabajo y Asuntos Sociales que estos sistemas funcionan. Contribuyen a que las personas mantengan sus puestos de trabajo, a que las empresas conserven sus cualificaciones y a que las pymes puedan seguir operando. Pymes que son el motor de nuestra economía y serán el instrumento impulsor de nuestra recuperación.
Esta es la razón por la que la Comisión creó el programa SURE. Y quiero dar las gracias a esta cámara por haber trabajado en él en un tiempo récord.
Si Europa ha evitado hasta ahora el desempleo masivo observado en otros lugares, se debe en gran medida al hecho de que unos cuarenta millones de personas solicitaron acogerse a regímenes de reducción del tiempo de trabajo.
Esta rapidez y unidad de propósito significan que dieciséis países recibirán pronto unos 90 000 millones de euros de SURE, destinados a apoyar a los trabajadores y las empresas.
De Lituania a España, este dinero brindará tranquilidad a las familias que necesitan esos ingresos para poner un plato de comida sobre la mesa o pagar el alquiler.
Además, ayudará a proteger millones de puestos de trabajo, salarios y empresas en todo el territorio de la Unión.
Se trata de la verdadera solidaridad europea en acción. Y refleja el hecho de que en nuestra Unión la dignidad del trabajo es algo sagrado.
Pero lo cierto es que, para demasiadas personas, trabajar ya no sale a cuenta.
El dumping salarial destruye la dignidad del trabajo, penaliza al empresario que paga salarios dignos y falsea la competencia leal en el mercado único.
Esta es la razón por la que la Comisión presentará una propuesta legislativa para ayudar a los Estados miembros a establecer un marco para el salario mínimo. Todo el mundo debe tener acceso a un salario mínimo, ya sea a través de convenios colectivos, ya sea en el marco de unos salarios mínimos legales.
Soy una firme defensora de la negociación colectiva, y la propuesta respetará plenamente las competencias y tradiciones nacionales.
En muchos Estados miembros, hemos visto cómo un salario mínimo bien negociado garantiza puestos de trabajo y genera equidad, tanto para los trabajadores como para las empresas que realmente los valoran.
El salario mínimo funciona, y es hora de que trabajar salga a cuenta.
La segunda promesa de la economía social de mercado es la de la estabilidad.
La Unión Europea y sus Estados miembros han respondido a una crisis sin precedentes con una respuesta sin precedentes.
La Comisión activó inmediatamente la cláusula general de salvaguardia por primera vez en nuestra historia.
Flexibilizamos nuestros fondos europeos y las normas sobre ayudas estatales.
Autorizamos destinar más de 3 billones de euros al apoyo a las empresas y la industria: un apoyo del que se beneficiaron desde pescadores en Croacia o agricultores en Grecia a pymes en Italia o trabajadores autónomos en Dinamarca.
El Banco Central Europeo adoptó medidas decisivas a través de su programa PEPP.
La Comisión propuso el instrumento de recuperación NextGenerationEU y un presupuesto renovado en tiempo récord.
Dicho presupuesto combina la inversión con reformas muy necesarias.
El Consejo lo refrendó también en tiempo récord.
Esta cámara está trabajando para que se vote a la mayor brevedad.
Por primera vez, y en tiempos excepcionales, Europa ha puesto en marcha sus propios instrumentos comunes para complementar los estabilizadores presupuestarios nacionales.
Este es un momento excepcional de unidad para nuestra Unión. Y un logro colectivo del que debemos sentirnos orgullosos.
Ahora toca mantener el rumbo. Todos sabemos cuáles son las previsiones. Podemos esperar que nuestras economías empiecen a reactivarse tras una caída del 12 % del PIB en el segundo trimestre.
Pero, ante la persistencia del virus, también persiste la incertidumbre, tanto en Europa como en el resto del mundo.
Por lo tanto, está claro que no es el momento de retirar la ayuda.
Nuestras economías necesitan un apoyo político continuo y habrá que encontrar un delicado equilibrio entre la prestación de apoyo financiero y la garantía de sostenibilidad presupuestaria.
A más largo plazo, no hay más camino hacia la estabilidad y la competitividad que el de una Unión Económica y Monetaria más fuerte.
La confianza en el euro nunca ha sido más fuerte.
El histórico acuerdo sobre NextGenerationEU muestra el respaldo político del que disfruta.
Ahora debemos aprovechar esta oportunidad para llevar a cabo reformas estructurales en nuestras economías y completar la Unión de los Mercados de Capitales y la Unión Bancaria.
Unos mercados de capitales profundos y líquidos son esenciales para que las empresas tengan acceso a la financiación que necesitan para crecer e invertir en la recuperación y en el futuro.
Y son también un requisito previo para seguir reforzando el papel internacional del euro. Así que pongámonos manos a la obra y concluyamos finalmente este proyecto generacional.
Señorías, la tercera promesa duradera es la promesa de oportunidad.
La pandemia nos ha recordado muchas cosas que podíamos haber olvidado o dado por sentadas.
Nos ha recordado hasta qué punto están vinculadas nuestras economías, y lo crucial que resulta un mercado único que funcione plenamente para nuestra prosperidad y nuestra manera de hacer las cosas.
El mercado único es ante todo una oportunidad: para que un consumidor obtenga una buena relación calidad-precio, para que una empresa pueda vender sus productos en cualquier lugar de Europa y para que la industria pueda ver aumentada su competitividad mundial.
Para todos nosotros, además, constituye una oportunidad de aprovechar al máximo las libertades que, como europeos, tanto valoramos. El mercado único ofrece a nuestras empresas la escala que necesitan para prosperar y les brinda un refugio seguro en tiempos difíciles. Confiamos en él a diario como algo que nos facilita la vida, y es un instrumento fundamental para gestionar la crisis y recuperar nuestra fortaleza.
Impulsémoslo.
Debemos derribar las barreras del mercado único. Debemos reducir la burocracia. Debemos intensificar la aplicación y el cumplimiento de nuestra legislación. Y debemos restablecer las cuatro libertades, en su totalidad y con la mayor celeridad posible.
La piedra angular de este objetivo es un espacio Schengen de libre circulación plenamente operativo. Trabajaremos con el Parlamento y los Estados miembros para situar este objetivo en el primer plano de nuestra agenda política, y propondremos una nueva estrategia para el futuro de Schengen.
Sobre la base de este sólido mercado interior, la industria europea lleva años impulsando nuestra economía, proporcionando una vida estable a millones de personas y creando los centros sociales en torno a los cuales se articulan nuestras comunidades.
En marzo presentamos nuestra nueva estrategia industrial, destinada a garantizar que la industria pueda liderar la doble transición ecológica y digital. Los últimos seis meses no han hecho sino acelerar esta transformación, en un momento en que el panorama de la competencia a escala mundial está cambiando radicalmente. Esta es la razón por la que actualizaremos nuestra estrategia industrial en el primer semestre del próximo año y adaptaremos nuestro marco de competencia, que también necesita ajustarse a la nueva realidad.
IMPULSAR EUROPA: CONSTRUIR EL MUNDO EN EL QUE QUEREMOS VIVIR
Señorías,
Todo lo que hemos mencionado garantizará que Europa vuelva a ponerse en pie. Pero no solo debemos unirnos para salir adelante; también debemos proyectarnos hacia el mundo del mañana.
No hay nada que sea más urgente que salvar el futuro de nuestro frágil planeta.
Aunque gran parte de la actividad mundial se ha detenido durante los confinamientos y cierres, el planeta ha seguido recalentándose peligrosamente.
Lo vemos por todas partes a nuestro alrededor: de las viviendas evacuadas debido al hundimiento de los glaciares en el Mont Blanc a los incendios de Oregón o los cultivos destruidos en Rumanía por la sequía más grave de las últimas décadas.
Pero también hemos visto cómo la naturaleza regresaba a nuestras vidas.
Anhelamos espacios verdes y un aire más limpio para nuestra salud mental y nuestro bienestar físico.
Sabemos que el cambio es necesario, y también sabemos que es posible.
El Pacto Verde Europeo es nuestro modelo para llevar a cabo esta transformación.
El propósito que impulsa dicho Pacto es nuestra misión de convertirnos en el primer continente climáticamente neutro de aquí a 2050.
Sin embargo, no alcanzaremos ese objetivo si no operamos algunos cambios: tenemos que ir más rápido y hacer las cosas mejor.
Hemos examinado en profundidad cada sector para ver la rapidez con la que podemos avanzar y cómo hacerlo de una manera responsable y basada en datos contrastados.
Hemos organizado una amplia consulta pública y realizado una exhaustiva evaluación de impacto.
Sobre esta base, la Comisión Europea propone aumentar el objetivo de reducción de emisiones para 2030 hasta al menos un 55 %.
Sé que este aumento del 40 al 55 % es excesivo para algunos, e insuficiente para otros.
Empero, la evaluación de impacto muestra claramente que nuestra economía y nuestra industria pueden gestionarlo.
Ese es, también, su deseo. Ayer, 170 líderes empresariales e inversores, desde representantes de pymes hasta representantes de algunas de las mayores empresas del mundo, me escribieron para pedirnos que Europa fije un objetivo de al menos el 55 %.
Nuestra evaluación de impacto muestra a las claras que el cumplimiento de este objetivo situaría firmemente a la UE en la senda de la neutralidad climática para 2050, y en condiciones de cumplir las obligaciones derivadas del Acuerdo de París.
Si otros siguen nuestro ejemplo, el mundo podrá mantener el calentamiento por debajo de los 1,5 grados centígrados.
Soy plenamente consciente de que muchos de nuestros socios están lejos de este objetivo, y me referiré más adelante al mecanismo de ajuste en frontera de las emisiones de carbono.
Desde nuestra perspectiva, en todo caso, el objetivo para 2030 es ambicioso, alcanzable y beneficioso para Europa.
Podemos conseguirlo.Ya hemos demostrado que podemos.
Mientras que nuestras emisiones han caído un 25 % desde 1990, nuestra economía ha crecido más del 60 %.
La diferencia es que ahora disponemos de más tecnología, más conocimientos especializados y más inversiones. Y ya estamos en la senda de una economía circular con una producción neutra en carbono.
Cada día son más los jóvenes que presionan por el cambio. Tenemos más pruebas de que lo que es bueno para el clima es bueno para las empresas y para todos nosotros.
Y tenemos una promesa solemne de no dejar a nadie atrás en esta transformación. Con nuestro Fondo de Transición Justa apoyaremos a las regiones que deban realizar un cambio mayor y más costoso.
Lo tenemos todo. Ahora es nuestra responsabilidad ponerlo en práctica y hacerlo realidad.
Señorías:
El cumplimiento de este nuevo objetivo reducirá nuestra dependencia de las importaciones de energía, creará millones de puestos de trabajo adicionales y reducirá en más de la mitad la contaminación atmosférica.
Si queremos llegar a ese punto, debemos empezar ahora.
Para el próximo verano, revisaremos toda nuestra legislación en materia de clima y energía con el fin de alcanzar el objetivo del 55%.
Mejoraremos el comercio de derechos de emisión, impulsaremos las energías renovables, incrementaremos la eficiencia energética y reformaremos la fiscalidad de la energía.
Pero la misión del Pacto Verde Europeo implica mucho más que reducir las emisiones.
Se trata de lograr la modernización sistémica de nuestra economía, nuestra sociedad y nuestra industria. Se trata de construir un mundo más fuerte en el que vivir.
Nuestros niveles actuales de consumo de materias primas, energía, agua y alimentos, y de uso de la tierra no son sostenibles.
Tenemos que cambiar la forma en que tratamos la naturaleza, en que producimos y consumimos, vivimos y trabajamos, comemos y nos calentamos, viajamos y utilizamos el transporte.
Así pues, vamos a abordar todos los ámbitos, desde los productos químicos peligrosos hasta la deforestación y la contaminación.
Se trata de un plan para una verdadera recuperación. Un plan de inversiones para Europa.
Y es aquí donde NextGenerationEU marcará una verdadera diferencia.
En primer lugar, el 37 % de NextGenerationEU se destinará directamente a los objetivos del Pacto Verde Europeo.
Y velaré por que también lleve la financiación ecológica al siguiente nivel.
Somos líderes mundiales en financiación ecológica y el mayor emisor de bonos verdes del mundo. Estamos abriendo brecha con el desarrollo de una norma fiable de la UE sobre bonos verdes.
Y hoy puedo anunciar que fijaremos el objetivo de que el 30 % de los 750 000 millones de euros de NextGenerationEU se obtenga a través de bonos verdes.
En segundo lugar, NextGenerationEU debería invertir en proyectos europeos insignia con el mayor impacto: hidrógeno, renovación y un millón de puntos de recarga eléctrica.
Permítanme explicar cómo podría funcionar este plan:
Hace dos semanas, en Suecia comenzó la fase de prueba de un proyecto piloto único para la producción de acero sin combustibles fósiles. Sustituirá al carbón por hidrógeno para producir acero limpio.
Esto demuestra el potencial del hidrógeno para apoyar a nuestra industria con una nueva licencia de explotación limpia.
Quiero que NextGenerationEU cree nuevos «valles europeos de hidrógeno» para modernizar nuestras industrias, propulsar nuestros vehículos y aportar una nueva vida a las zonas rurales.
El segundo ejemplo son los edificios en los que vivimos y trabajamos.
Nuestros edificios generan el 40 % de nuestras emisiones. Deben ser menos despilfarradores, menos costosos y más sostenibles.
Y sabemos que el sector de la construcción puede incluso pasar de emitir carbono a reducirlo, si se utilizan materiales orgánicos de construcción como la madera y se aplican tecnologías inteligentes como la IA.
Quiero que NextGenerationEU ponga en marcha una ola europea de renovación y convierta nuestra Unión en líder de la economía circular.
Pero no se trata solo de un proyecto medioambiental o económico: debe ser un nuevo proyecto cultural para Europa. Cada movimiento tiene su propio aspecto y sensación. Y tenemos que dar a nuestro cambio sistémico su propia estética diferenciada, para alinear estilo y sostenibilidad.
Esta es la razón por la que crearemos un nuevo Bauhaus europeo, un espacio de creación conjunta en el que arquitectos, artistas, estudiantes, ingenieros y diseñadores trabajen juntos para conseguirlo.
Esto es NextGenerationEU. Esta es la Europa en la que queremos vivir.
Un mundo abastecido por una economía que reduce las emisiones, impulsa la competitividad, reduce la pobreza energética, crea puestos de trabajo gratificantes y mejora la calidad de vida.
Un mundo en el que utilizamos las tecnologías digitales para construir una sociedad más sana y ecológica.
Esto solo puede lograrse si todos lo hacemos juntos e insistiré en que los planes de recuperación no solo nos lleven a salir de la crisis, sino que también nos ayuden a impulsar a Europa hacia el mundo del mañana.
Señorías:
Imaginen por un momento la vida en esta pandemia sin la tecnología digital en nuestras vidas. Desde permanecer en cuarentena, aislado de la familia y la comunidad, y aislado del mundo laboral, a sufrir graves carencias de suministros. De hecho, no es tan difícil imaginar que esto es lo que sucedió hace 100 años durante la última gran pandemia.
Un siglo después, la tecnología moderna ha permitido a los jóvenes aprender a distancia y a millones de personas trabajar desde casa. Permitió a las empresas vender sus productos, a las fábricas seguir funcionando y a los gobiernos proveer servicios públicos cruciales desde la distancia. Hemos visto cómo en el espacio de pocas semanas hemos logrado el equivalente a años de innovación y transformación digital.
Estamos llegando al límite de lo que podemos hacer de forma analógica. Y esta gran aceleración acaba de empezar.
Debemos hacer realidad esta Década digital de Europa.
Necesitamos un plan común para la Europa digital con objetivos claramente definidos para 2030, como la conectividad, las capacidades y los servicios públicos digitales. Y tenemos que seguir unos principios claros: el derecho a la intimidad y la conectividad, la libertad de expresión, la libre circulación de datos y la ciberseguridad.
Pero ahora Europa debe liderar el camino digital, o tendrá que seguir el camino de otros, que están fijando estas normas para nosotros. Esta es la razón por la que debemos avanzar rápidamente.
Creo que hay tres ámbitos en los que debemos centrarnos.
En primer lugar, datos.
En cuanto a los datos personales (de empresa a consumidor), Europa ha sido demasiado lenta y ahora depende de otros.
Esto no puede ocurrir con los datos industriales. Y aquí la buena noticia es que Europa está a la cabeza: tenemos la tecnología y, sobre todo, tenemos la industria.
Pero la carrera aún no se ha ganado. La cantidad de datos industriales en el mundo se cuadruplicará en los próximos cinco años, al igual que las oportunidades que estos brindarán. Tenemos que dar a nuestras empresas, pymes, empresas emergentes e investigadores la oportunidad de aprovechar todo su potencial. Y los datos industriales valen su peso en oro a la hora de desarrollar nuevos productos y servicios.
Pero la realidad es que el 80 % de los datos industriales aún se recogen para no utilizarse nunca. Es un auténtico desperdicio.
Por otra parte, una verdadera economía de los datos sería un poderoso motor para la innovación y la creación de nuevos puestos de trabajo. Esta es la razón por la que tenemos que asegurarnos de que estos datos se aprovechen en Europa, y de hacerlos ampliamente accesibles. Necesitamos espacios comunes de datos, por ejemplo en los sectores de la energía o de la asistencia sanitaria. Estaremos así apoyando unos ecosistemas de innovación en los que las universidades, las empresas y los investigadores puedan acceder a los datos y colaborar entre ellos.
Por eso construiremos una nube europea como parte de NextGenerationEU, basada en GaiaX.
El segundo ámbito en el que debemos centrarnos es la tecnología, y en particular la inteligencia artificial.
Tanto si se trata de agricultura de precisión, como de un diagnóstico médico más preciso o de una conducción autónoma segura, la inteligencia artificial nos abrirá nuevos mundos. Pero esos mundos también necesitan normas.
Queremos un conjunto de normas que sitúe a las personas en el centro. Los algoritmos no deben ser una caja negra, y deben existir normas claras en caso de que algo salga mal. La Comisión propondrá una ley a tal efecto el próximo año.
Tiene que haber un control de nuestros datos personales, algo que todavía ocurre con demasiada poca frecuencia en la actualidad. Cada vez que una aplicación o un sitio web nos pide que creemos una nueva identidad digital o que nos conectemos fácilmente a través de una gran plataforma, en realidad no tenemos ni idea de lo que sucede con nuestros datos.
Esta es la razón por la que la Comisión propondrá en breve una identidad electrónica europea segura.
Una en la que confiemos y que cualquier ciudadano pueda utilizar en cualquier lugar de Europa para cualquier operación, desde el pago de sus impuestos hasta el alquiler de una bicicleta. Una tecnología con la que nosotros mismos podamos controlar qué datos compartimos y cómo se utilizan.
El tercer punto es la infraestructura.
Las conexiones de datos deben seguir el ritmo de los rápidos cambios que se están produciendo.
Si estamos luchando por una Europa de igualdad de oportunidades, es inaceptable que el 40 % de la población de las zonas rurales siga sin tener acceso a conexiones de banda ancha rápidas.
A día de hoy, estas conexiones son un requisito necesario para el trabajo desde casa, el aprendizaje a domicilio, las compras en línea y, cada vez más, para tener acceso a nuevos servicios importantes. Sin conexiones de banda ancha, en la actualidad apenas es posible crear o gestionar una empresa de manera eficaz.
Se trata de una gran oportunidad y un requisito previo para revitalizar las zonas rurales. Solo entonces estas zonas podrán explotar plenamente su potencial y atraer a más personas e inversiones.
El estímulo de la inversión a través de NextGenerationEU es una oportunidad única para impulsar la expansión a todos los pueblos. Esta es la razón por la que queremos centrar nuestras inversiones en conectividad segura, en la expansión de las redes 5G, 6G y fibra.
NextGenerationEU es también una oportunidad única para desarrollar un enfoque europeo más coherente de la conectividad y el despliegue de infraestructuras digitales.
Nada de esto es un fin en sí mismo, se trata de la soberanía digital de Europa, a pequeña y gran escala.
Con esta intención, me complace anunciar una inversión de 8 000 millones de euros en la próxima generación de superordenadores, tecnología punta realizada en Europa.
Y queremos que la industria europea desarrolle nuestro propio microprocesador de próxima generación que nos permita utilizar los crecientes volúmenes de datos de una manera segura y eficiente desde el punto de vista energético.
Esto es de lo que trata la Década digital de Europa.
Señorías:
Si Europa quiere avanzar, y hacerlo rápidamente, debemos dejar atrás nuestra indecisión.
Se trata de dar a Europa un mayor control sobre su futuro.
Tenemos todo lo necesario para llevarlo a cabo. Y también el sector privado está esperando desesperadamente que esto ocurra.
Nunca ha habido un mejor momento para invertir en empresas tecnológicas europeas, con la aparición de nuevos centros digitales por todas partes, desde Sofía hasta Lisboa o Katowice. Como Unión, tenemos la gente, las ideas y la fuerza necesarias para conseguirlo.
Esta es la razón por la que invertiremos el 20 % de NextGenerationEU en el ámbito digital.
Queremos liderar el camino, la vía europea, hacia la era digital: sobre la base de nuestros valores, nuestra fortaleza y nuestras ambiciones globales.
UNA EUROPA VITAL EN UN MUNDO FRÁGIL
Señorías:
Europa tiene la determinación de utilizar esta transición para construir el mundo en el que queremos vivir, por supuesto no solo en Europa sino mucho más allá de nuestras fronteras.
Esta pandemia ha demostrado tanto la fragilidad del sistema mundial como la importancia de la cooperación para superar los retos colectivos.
Algunos países optan por enfrentarse a esta crisis aislándose. Otros desestabilizan de forma activa el sistema.
Europa ha decidido hacer un esfuerzo solidario.
No usamos nuestro liderazgo para hacer propaganda interesada. No partimos de la idea de «Europa primero», sino de ser los primeros en responder seriamente cuando se nos necesita.
Durante la pandemia, los aviones europeos trasladaron toneladas de equipos de protección por todo el mundo, de Sudán a Afganistán, de Somalia a Venezuela.
Ninguno de nosotros estará a salvo hasta que lo estemos todos, vivamos donde vivamos y tengamos lo que tengamos.
La mejor manera que tiene el mundo de conseguirlo es logrando una vacuna que sea accesible, asequible y segura.
Al comienzo de la pandemia no había financiación, no había un marco mundial para conseguir una vacuna contra la COVID, solo una carrera por ver quién era el primero en conseguirla.
Fue el momento en que la UE dio un paso al frente para liderar la respuesta mundial. Junto con la sociedad civil, el G-20, la OMS y otros socios hemos reunido a más de 40 países para recaudar 16 000 millones de euros con los que financiar la investigación sobre vacunas, pruebas y tratamientos en todo el mundo. Es el inigualable poder de convocatoria de la UE en acción.
Pero no basta con encontrar una vacuna. Tenemos que asegurarnos de que los ciudadanos europeos y los de todo el mundo tengan acceso a ella.
Justo este mes, la UE se ha incorporado al mecanismo mundial COVAX y ha aportado 400 millones de euros para contribuir a garantizar la disponibilidad de vacunas seguras, no solo para quienes puedan permitírselo, sino para todos los que las necesiten.
El nacionalismo en la gestión de las vacunas pone vidas en peligro; la cooperación las salva.
Señorías:
Creemos firmemente en la fuerza y el valor de la cooperación en los organismos internacionales.
Con unas Naciones Unidas fuertes podemos encontrar soluciones a largo plazo para crisis como las de Libia o Siria.
Con una Organización Mundial de la Salud fuerte podemos preparar y combatir mejor pandemias mundiales o brotes locales, ya sea de coronavirus o de ébola.
Y es con una Organización Mundial del Comercio fuerte como podemos garantizar una competencia leal para todos.
Pero lo cierto es que la necesidad de revitalizar y reformar el sistema multilateral nunca ha sido tan urgente. Nuestro sistema mundial ha crecido hasta llegar a una abrumadora parálisis. Las principales potencias o están abandonando las instituciones o las utilizan como rehenes para sus propios intereses.
Ninguna de esas vías nos llevará a ninguna parte. Sí, queremos cambiar. Pero cambiar construyendo, no destruyendo.
Y es por eso por lo que quiero que la UE lidere las reformas de la OMC y de la OMS, para que se adapten al mundo actual.
Pero sabemos que las reformas multilaterales llevan tiempo, y entretanto el mundo no va a detenerse.
Sin duda, es muy necesario que Europa adopte posiciones claras y medidas rápidas en los asuntos mundiales.
Hace dos días tuvo lugar la última reunión entre los dirigentes de la UE y de China.
La relación entre ambas partes es una de las más importantes desde el punto de vista estratégico y uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos.
Desde el principio he dicho que China es un socio negociador, un competidor económico y un rival sistémico.
Tenemos intereses comunes en cuestiones como el cambio climático, y China ha mostrado su disposición a entablar un diálogo de alto nivel. Pero esperamos que esté a la altura de sus compromisos en el Acuerdo de París y predique con el ejemplo.
Aún queda mucho por hacer en lo relativo al acceso equitativo al mercado para las empresas europeas, a la reciprocidad y al exceso de capacidad. Seguimos teniendo una asociación desequilibrada en materia de comercio e inversión.
Y no cabe duda de que promovemos sistemas de gobernanza y de sociedad muy diferentes. Creemos en el valor universal de la democracia y los derechos de las personas.
Europa no está exenta de problemas (pensemos, por ejemplo, en el antisemitismo). Pero los debatimos públicamente. La crítica y la oposición no solo se aceptan, sino que están protegidas jurídicamente.
Por ello, debemos denunciar todas las violaciones de los derechos humanos, independientemente de cuándo y dónde se produzcan, ya sea en Hong Kong o con los uigures.
Pero, ¿qué nos lo impide? ¿Por qué se retrasan, se diluyen o se retienen por otros motivos incluso simples declaraciones sobre los valores de la UE?
Cuando los Estados miembros dicen que Europa es demasiado lenta, les respondo que sean valientes y pasen de una vez a la votación por mayoría cualificada, al menos en lo relativo a los derechos humanos y a la aplicación de sanciones.
Esta Cámara ha pedido muchas veces una ley Magnitsky europea, y puedo anunciar que vamos a presentar ya una propuesta.
Tenemos que completar nuestras herramientas.
Señorías:
Ya sea en Hong Kong, en Moscú o en Minsk: Europa debe adoptar una posición clara y rápida.
Quiero decirlo alto y claro: la Unión Europea está del lado de la población bielorrusa.
Todos nos hemos sentido conmovidos por el inmenso valor de quienes se han reunido pacíficamente en la Plaza de la Independencia o quienes han participado sin temor en la marcha de las mujeres.
Las elecciones que les han llevado a la calle no han sido ni libres ni justas. Y la brutal respuesta que ha dado el Gobierno desde entonces ha sido vergonzosa.
El pueblo bielorruso debe tener libertad para decidir su propio futuro. No son piezas en el tablero de ajedrez de otros.
A quienes abogan por unas relaciones más estrechas con Rusia, he de decirles que el envenenamiento de Alexei Navalny con un agente químico avanzado no es un hecho aislado. Hemos visto ese tipo de prácticas en Georgia y Ucrania, en Siria y Salisbury, hemos vivido la injerencia en elecciones de todo el mundo. Ese modo de proceder no está cambiando, y no va a cambiar con ningún gaseoducto.
Turquía es y siempre será un vecino importante. Pero aunque estemos cerca geográficamente, la distancia entre nosotros parece ir en aumento. Es verdad que Turquía se encuentra en un entorno turbulento. Y también lo es que acoge a millones de refugiados, por lo que recibe de nosotros una considerable aportación financiera. Pero nada de ello justifica los intentos de intimidar a sus vecinos.
Chipre y Grecia, Estados miembros de la UE, siempre podrán contar con nuestra plena solidaridad para proteger sus legítimos derechos de soberanía.
La distensión en el Mediterráneo oriental redunda en nuestro interés mutuo. El regreso de los buques exploratorios a los puertos turcos en los últimos días es un paso positivo en esta dirección. Es preciso para crear el tan necesario espacio para el diálogo. La única vía para avanzar es abstenerse de emprender acciones unilaterales y reanudar las conversaciones de buena fe. Es el único camino hacia la estabilidad y hacia unas soluciones duraderas.
Señorías:
Europa debe responder con mayor firmeza a los acontecimientos internacionales, pero también debe profundizar y perfeccionar sus asociaciones con amigos y aliados.
Y esto empieza con la revitalización de nuestras asociaciones más duraderas.
Puede que no siempre estemos de acuerdo con las recientes decisiones de la Casa Blanca. Pero siempre vamos a conceder un gran valor a la alianza transatlántica, basada en unos valores y una historia compartidos y en un vínculo inquebrantable entre nuestros pueblos.
Así pues, ocurra lo que ocurra a final de año, estamos dispuestos a elaborar una nueva agenda transatlántica. A reforzar nuestra asociación bilateral, ya sea en materia comercial, tecnológica o fiscal.
Y estamos dispuestos a colaborar en la reforma del sistema internacional que hemos construido juntos, con unos socios que comparten nuestras ideas. Por nuestro propio interés y por el bien común.
Necesitamos un nuevo comienzo con nuestros viejos amigos de ambos lados del Atlántico y de ambos lados del Canal.
La escena que se vivió en este hemiciclo cuando estrechamos nuestras manos en señal de despedida con la melodía de «Auld Lang Syne» como telón de fondo vale más que mil palabras. Mostraron el afecto que sentimos por el pueblo británico y que nunca desaparecerá.
Pero cada día que pasa disminuyen las posibilidades de llegar a un acuerdo a tiempo.
Las negociaciones siempre son difíciles. Estamos acostumbrados a ello.
Y la Comisión cuenta con el mejor y más experimentado negociador, Michel Barnier, para abrirnos paso frente a esas dificultades.
Pero las conversaciones no han avanzado como hubiéramos deseado. Y esto nos deja muy poco margen temporal.
Como siempre, esta Cámara será la primera en ser informada y tendrá la última palabra. Y puedo asegurarles que seguiremos teniéndoles al día permanentemente, igual que hicimos con el Acuerdo de Retirada.
La negociación de ese acuerdo duró tres años y trabajamos en él sin descanso. Línea a línea, palabra a palabra.
Y juntos lo logramos. El resultado garantiza los derechos de nuestros ciudadanos, los intereses financieros, la integridad del mercado único y, sobre todo, el Acuerdo de Viernes Santo.
La Unión Europea y el Reino Unido acordaron conjuntamente que era la mejor, la única manera de garantizar la paz en la isla de Irlanda.
Y nunca daremos un paso atrás en este asunto. Este acuerdo ha sido ratificado por esta Cámara y por la Cámara de los Comunes.
No puede modificarse, desoírse o dejar de aplicarse de forma unilateral. Se trata de una cuestión de Derecho, confianza y buena fe.
Y no lo digo yo sola, les recuerdo las palabras de Margaret Thatcher:
«El Reino Unido no incumple Tratados.Sería perjudicial para el Reino Unido, malo para las relaciones con el resto del mundo y malo para cualquier futuro tratado comercial».
Era cierto entonces y lo sigue siendo ahora.
La confianza es la base de cualquier asociación sólida.
Y Europa siempre estará preparada para establecer asociaciones sólidas con nuestros vecinos más cercanos.
Empezando por los Balcanes Occidentales.
La decisión de abrir las negociaciones de adhesión con Albania y Macedonia del Norte hace seis meses fue verdaderamente histórica.
Es evidente que el futuro de toda la región reside en la UE. Compartimos la misma historia, compartimos el mismo destino.
Los Balcanes Occidentales forman parte de Europa, no son solo una escala en la Ruta de la Seda.
Pronto presentaremos un paquete de recuperación económica para los Balcanes Occidentales centrado en una serie de iniciativas regionales de inversión.
Y también vamos a trabajar con los países de la Asociación Oriental y con nuestros socios de la vecindad meridional para ayudar a crear empleo y dinamizar sus economías.
Cuando entré en funciones, en mi primer viaje fuera de la Unión Europea opté por visitar la Unión Africana. Era una opción natural. Fue una opción natural y fue un mensaje claro, porque no solo somos vecinos, somos socios naturales.
Tres meses más tarde, regresé con todo el Colegio de Comisarios para establecer nuestras prioridades en nuestra nueva estrategia con África. Se trata de una asociación entre iguales, en la que ambas partes comparten oportunidades y responsabilidades.
África será un socio fundamental en la construcción del mundo en el que queremos vivir, ya sea en materia climática, digital o comercial.
Señorías:
Seguiremos creyendo en un comercio abierto y justo en todo el mundo. No como un fin en sí mismo, sino como una forma de generar prosperidad en nuestros países y de promover nuestros valores y normas. Más de 600 000 puestos de trabajo en Europa están vinculados al comercio con Japón. Y nuestro reciente acuerdo con Vietnam contribuyó por sí solo a garantizar derechos laborales históricos a millones de trabajadores en el país.
Utilizaremos nuestra fuerza diplomática y nuestra influencia económica para negociar unos acuerdos que marquen la diferencia; pienso, por ejemplo, en la designación de zonas marítimas protegidas en la Antártida. Este sería uno de los mayores actos de protección del medio ambiente de la historia.
Formaremos coaliciones muy ambiciosas sobre cuestiones tales como la ética digital o la lucha contra la deforestación, y desarrollaremos asociaciones con todos los socios afines, desde las democracias asiáticas hasta Australia, África, América y cualquiera que quiera unirse.
Trabajaremos por una globalización justa. Pero no podemos dar las cosas por sentadas. Debemos insistir en la equidad y en la igualdad de condiciones. Y Europa avanzará, sola o con los socios que deseen unirse.
Estamos trabajando, por ejemplo, en un mecanismo de ajuste en frontera de las emisiones de carbono.
El carbono debe tener su precio; la naturaleza no puede seguir pagándolo.
Este mecanismo de ajuste en frontera de las emisiones de carbono debería motivar a los productores extranjeros y a los importadores de la UE para reducir sus emisiones de carbono, garantizando al mismo tiempo la igualdad de condiciones de una manera compatible con la OMC.
Este mismo principio es aplicable a la fiscalidad digital. No escatimaremos esfuerzos para llegar a un acuerdo en el marco de la OCDE y del G-20. Pero que no haya dudas: en caso de que el acuerdo no incluya un sistema fiscal justo que proporcione ingresos sostenibles a largo plazo, Europa presentará una propuesta a principios del año próximo.
Quiero que Europa sea defensora mundial de la equidad.
NUEVA VITALIDAD PARA EUROPA
Señorías:
Si Europa quiere desempeñar este papel esencial en el mundo, también debe generar una nueva vitalidad interior.
Y para avanzar tenemos que superar las diferencias que nos han entorpecido.
El acuerdo histórico sobre NextGenerationEU muestra que se puede hacer. La velocidad a la que hemos tomado decisiones sobre normas presupuestarias, ayudas estatales o SURE muestra que se puede hacer.
Así que hagámoslo.
La migración es un tema que se ha debatido largo y tendido.
La migración siempre ha sido, y siempre será, una realidad para Europa. Durante siglos, ha definido nuestras sociedades, enriquecido nuestras culturas y configurado muchas de nuestras vidas. Y así será siempre.
Como todos sabemos, la crisis migratoria de 2015 generó muchas divisiones profundas entre Estados miembros, y algunas de esas heridas aún no han cicatrizado.
Se ha hecho mucho desde entonces, pero aún queda mucho por hacer.
Si todos estamos dispuestos a hacer concesiones, sin renunciar a nuestros principios, podemos encontrar la solución.
La semana próxima, la Comisión presentará su nuevo Pacto sobre Migración.
Adoptaremos un enfoque humano y humanitario. Salvar vidas en el mar no es una opción. Y aquellos países que cumplen sus obligaciones legales y morales o que están más expuestos que otros deben poder contar con la solidaridad del conjunto de nuestra Unión Europea.
Garantizaremos un vínculo más estrecho entre asilo y retorno. Tenemos que establecer una línea divisoria clara entre los que tienen derecho a quedarse y los que no.
Tomaremos iniciativas para luchar contra los traficantes, reforzar las fronteras exteriores, afianzar nuestras asociaciones externas y crear vías legales.
Y nos aseguraremos de que las personas que tengan derecho a quedarse se integren y se sientan bienvenidos.
Tienen un futuro por delante y no les faltan capacidades, energía ni talento.
Pienso en Suadd, la refugiada siria que llegó a Europa como adolescente con el sueño de convertirse en médico. En tres años recibió una prestigiosa beca del Royal College of Surgeons de Irlanda.
Pienso en los médicos libios y somalíes refugiados que ofrecieron sus conocimientos médicos cuando la pandemia sacudió Francia.
Señorías: Si pensamos en los obstáculos que han superado y en los logros que han alcanzado, simplemente debemos ser capaces de gestionar juntos la cuestión de la migración.
Las imágenes del campamento de Moria son un doloroso recordatorio de la necesidad de que Europa esté unida.
Todos tenemos que redoblar nuestros esfuerzos y asumir responsabilidades, y esto es justo lo que va a hacer la Comisión. La Comisión está trabajando en un plan piloto conjunto con las autoridades griegas para establecer un nuevo campamento en Lesbos. Podemos prestar asistencia a los procesos de asilo y retorno y mejorar significativamente las condiciones de los refugiados.
Pero seamos claros: si redoblamos nuestros esfuerzos, espero que todos los Estados miembros hagan lo mismo.
La migración es un reto europeo, y toda Europa debe arrimar el hombro.
Tenemos que restablecer la confianza mutua y avanzar juntos.
Esta confianza es el elemento central de nuestra Unión y la manera en que actuamos juntos.
Está arraigada en nuestros valores fundacionales, en nuestras democracias y en nuestra Comunidad de Derecho, como solía llamarla Walter Hallstein.
No se trata de un concepto abstracto. El Estado de Derecho ayuda a proteger a los ciudadanos de la ley del más fuerte. Es el garante de nuestros derechos y libertades más básicos en nuestra vida cotidiana. Nos permite expresar nuestra opinión y ser informados por una prensa libre.
Antes de que finalice este mes, la Comisión adoptará el primer informe sobre el Estado de Derecho, que abarca a todos los Estados miembros.
Se trata de una herramienta preventiva para la detección temprana de problemas y la búsqueda de soluciones.
Espero que sea un punto de partida para la Comisión, el Parlamento y los Estados miembros que impida que se produzcan retrocesos.
La Comisión atribuye la máxima importancia al Estado de Derecho. Garantizaremos que el dinero de nuestro presupuesto y de NextGenerationEU esté protegido frente a todo tipo de fraude, corrupción y conflicto de intereses. La cuestión no es negociable.
Pero los últimos meses también nos han recordado lo frágil que puede ser. Tenemos la obligación de estar siempre vigilantes para cuidar y reforzar el Estado de Derecho.
Las violaciones del Estado de Derecho no se pueden tolerar. Seguiré defendiéndolo y propugnando la integridad de nuestras instituciones europeas. Ya se trate de la primacía del Derecho de la Unión, de la libertad de prensa, de la independencia del poder judicial o de la venta de pasaportes dorados. Los valores europeos no están en venta.
Señorías:
Estos valores son más importantes que nunca. Lo digo porque, cuando pienso en el Estado de Derecho, me acuerdo de las palabras de John Hume, uno de los grandes europeos que desgraciadamente ha fallecido este año.
Si tanta gente vive hoy en paz en la isla de Irlanda, se debe en gran parte a su fe inquebrantable en el ser humano y en la resolución de conflictos.
Él decía que la diferencia es la base de todo conflicto y que la paz consiste en el respeto a la diferencia.
Y, como con tanta razón recordó a esta Cámara en 1998: «Los visionarios europeos decidieron que la diferencia no es una amenaza, la diferencia es natural. La diferencia es la esencia de la humanidad».
Esas palabras son ahora tan importantes como siempre.
Porque, cuando miramos a nuestro alrededor, nos preguntamos: ¿dónde está la esencia de la humanidad cuando tres niños de Wisconsin ven cómo su padre es abatido a tiros por la policía mientras ellos están dentro de su coche?
Nos preguntamos: ¿dónde está la esencia de la humanidad cuando por nuestras calles desfilan abiertamente comparsas de Carnaval antisemitas?
¿Dónde está la esencia de la humanidad cuando cada día los romaníes son excluidos de la sociedad y otras personas son rechazadas simplemente por el color de su piel o sus creencias religiosas?
Estoy orgullosa de vivir en Europa, en esta sociedad abierta de valores y diversidad.
Pero incluso aquí, en la Unión, estas situaciones son para mucha gente el pan nuestro de cada día.
Y esto nos recuerda que los avances en la lucha contra el racismo y el odio son frágiles, que cuesta mucho conseguirlos y muy poco perderlos.
Así pues, ha llegado el momento de cambiar.
De construir una Unión verdaderamente antirracista, que pase de la condena a la acción.
Y la Comisión está lanzando un plan de acción para ponernos manos a la obra.
En este contexto, vamos a proponer ampliar la lista de delitos de la UE a todas las formas de delitos y discursos de odio, ya sea por razón de raza, religión, género u orientación sexual.
Odio es odio, y nadie tiene por qué soportarlo.
Reforzaremos nuestra legislación sobre igualdad racial allí donde haya lagunas.
Utilizaremos nuestro presupuesto para combatir la discriminación en ámbitos como el empleo, la vivienda o la asistencia sanitaria.
Seremos más estrictos en el control del cumplimiento cuando se detecte una aplicación insuficiente.
Porque en esta Unión, luchar contra el racismo no será nunca facultativo.
Mejoraremos la educación y el conocimiento acerca de las causas culturales e históricas del racismo.
Combatiremos los sesgos inconscientes que hay en las personas, las instituciones e incluso los algoritmos.
Y nombraremos al primer coordinador de antirracismo de la Comisión para que la lucha contra el racismo figure entre nuestras principales prioridades y para trabajar directamente con las personas, la sociedad civil y las instituciones.
Señorías:
No descansaré a la hora de construir una Unión de igualdad.
Una Unión en la que todos podamos ser como somos y amar a quien amemos, sin miedo a la recriminación o a la discriminación.
Porque ser tú mismo no es cuestión de ideología.
Es tu identidad.
Y nadie podrá nunca arrebatártela.
Por tanto, voy a decirlo alto y claro: las «zonas libres de LGBTIQ» son zonas sin humanidad. Y no tienen cabida en nuestra Unión.
Y para asegurarnos de que apoyamos al conjunto de la comunidad, la Comisión va a presentar en breve una estrategia para reforzar los derechos de las personas LGBTIQ.
En este contexto, también fomentaré el reconocimiento mutuo de las relaciones familiares en la UE. Si usted es madre o padre en un país, también lo es en todos los demás países.
CONCLUSIÓN
Señorías:
Este es el mundo en el que queremos vivir.
Estamos unidos en la diversidad y la adversidad. Trabajamos juntos para superar nuestras diferencias y nos ayudamos mutuamente en los tiempos difíciles.
Construimos juntos ese mundo más saludable, más fuerte y más respetuoso en el que queremos que vivan nuestros hijos el día de mañana.
Pero mientras tratamos de dar lecciones sobre la vida a nuestros hijos, ellos están ocupados enseñándonos en qué consiste la vida.Este último año nos ha revelado cuánta verdad hay en esta afirmación.
Podríamos hablar de los millones de jóvenes que han exigido cambios para un planeta mejor.
O de los cientos de miles de preciosos arcoiris de solidaridad colocados por nuestros hijos en las ventanas de toda Europa.
Pero en estos últimos difíciles seis meses hay una imagen que ha quedado grabada en mi memoria. Una imagen que capta el mundo a través de los ojos de los niños.
Es la imagen de Carola y Vittoria. Las dos niñas jugando al tenis entre las azoteas de Liguria, en Italia.
No solo llaman la atención la valentía y el talento de las niñas, sino la lección que nos enseñan. La lección de no permitir que los obstáculos nos cierren el camino, de no dejar que las convenciones nos frenen, de vivir el momento presente.
Esto es lo que cada día nos enseñan sobre la vida Carola, Vittoria y todos los jóvenes de Europa. En esto consiste la próxima generación de Europa. Esto es NextGenerationEU.
Este año, Europa ha seguido el ejemplo y ha dado un gran salto hacia adelante, todos juntos.
Cuando tuvimos que hallar una solución para nuestro futuro, no permitimos que las viejas convenciones nos retuvieran.
Cuando todo a nuestro alrededor se volvía frágil, aprovechamos para insuflar nueva vitalidad en nuestra Unión.
Cuando tuvimos la opción de actuar en solitario como habíamos hecho en el pasado, utilizamos la fuerza conjunta de los veintisiete para dar a los veintisiete una oportunidad de futuro.
Demostramos que estamos juntos en esta situación y juntos saldremos de ella.
Señorías:
El futuro será lo que de él hagamos. Y Europa será lo que queramos que sea.
Así que dejemos de infravalorarla y pongámonos manos a la obra. Hagámosla fuerte. Y construyamos el mundo en el que queremos vivir.
¡Viva Europa!