Sevilla, 2 de septiembre de 2020. Fuente: www.prevencionintegral.com
Dos días y medio. Ese fue el tiempo que le llevó al novelista irlandés John Boyne (Dublín, 1971) escribir del tirón el primer borrador del que hasta la fecha es su mayor éxito editorial, El niño con el pijama de rayas (Salamandra, 2007). Dos días y medio de escritura frenética, sin apenas comer ni dormir. El autor declaró más tarde que había tenido la sensación de que el niño protagonista le susurraba al oído las palabras que debía escribir, empujándolo a llegar hasta el final de la historia. Con apuntador imaginario o no, probablemente lo que Boyne experimentó durante esas sesenta horas de éxtasis productivo es lo que los expertos organizacionales llaman «estado de flujo».
El estado de flujo (flow, en inglés) es uno de los conceptos estrella de la llamada psicología positiva, esa rama de la ciencia que ahonda en el bienestar psicológico de las personas y que tanta aceptación tiene en el management actual. Según uno de sus máximos exponentes, el norteamericano Mihály Csikszentmihalyi, el flow sería «un estado subjetivo que las personas experimentan cuando están completamente involucradas en algo, hasta el extremo de olvidarse del tiempo, la fatiga y de todo lo demás excepto la actividad en sí misma». En otras palabras, el flujo es una especie de trance durante el cual una persona logra una inmersión total en su trabajo, obteniendo los más altos niveles de rendimiento y calidad de ejecución.
Como en el caso del Boyne, el estado de flujo suele asociarse a labores creativas. Sin embargo, pintores, escritores o músicos no son ni mucho menos los únicos capaces de amarrarse a la mesa de trabajo para rentabilizar la vista de las musas. En realidad, cualquier profesional, del ámbito que sea, puede experimentar en algún momento esa mágica sensación de «estoy que me salgo». «Conocí a un directivo del área comercial que solía levantarse a las seis de la mañana los sábados para trabajar en su casa hasta las nueve. Me confesó que esos momentos, en los que había completo silencio y conexión consigo mismo, era cuando más placer obtenía de su trabajo», cuenta Pilar Jericó, presidenta de Be-Up.
«Un empleado feliz es más productivo, comprometido, creativo e innovador»
Y es que el flujo tiene mucho que ver con el placer. Para Manu Romero, fundador de la startup Departamento de Felicidad, un trabajador que fluye es un trabajador feliz, con el impacto que para cualquier organización supone contar con un profesional así en sus filas. «Diversos estudios y experiencias profesionales confirman que un empleado feliz es más productivo, comprometido, creativo e innovador, lo que da lugar a mejores resultados de negocio, mayores ventas y mejores calificaciones de los clientes», asegura.
Quizá feliz, sí, pero también sacrificado. Porque la satisfacción que proporciona ese ‘fluir’ va frecuentemente acompañada de atracones de trabajo que harían explotar cualquier dispositivo de registro de horario. De hecho, que a un trabajador se le pasen las horas en un suspiro, sin apenas darse cuenta de que el cansancio empieza a hacer mella en él, es un claro síntoma de que está empezando a fluir.
Claro que sarna con gusto no pica. Y es que, advierte Pilar Jericó, el esfuerzo es un requisito innegociable para llegar hasta ese punto de excelencia. «Las cosas que valen la pena siempre requieren esfuerzo, especialmente al principio. En esas fases iniciales el trabajo duro es lo más importante. Pones mucho empeño porque llegar al objetivo es tu máxima motivación, tu sueño o porque te pagan por ello. Pero después, llega un momento en el que de tanto aplicarte en la tarea desarrollas cierta maestría en ella, y ahí es cuando comienzas a fluir».
Naturalmente, que te guste lo que haces es un plus. «Tener la oportunidad de desarrollar aquellas actividades en las cuales nos sentimos más realizados nos ayuda a disfrutar de nuestro puesto de trabajo», dice Manu Romero. ¿Quiere decir esto que quedamos exentos de hacer aquellas otras partes del trabajo que nos resultan menos apetecibles? Desde luego que no, puntualiza este experto. «Pero el prisma es totalmente distinto cuando sabes que esas otras cosas forman parte de unas responsabilidades que, en términos globales, te satisfacen».
Honorio Jorge, experto en Recursos Humanos y Organización, cree, en cambio, que no es imprescindible que una actividad te enamore para realizarla muy bien o incluso con brillantez. «Lo que nunca debe faltar es que la persona disponga de las habilidades necesarias para ejecutar esa función con un resultado exitoso. Y para esto es clave tener a la persona correcta en el puesto correcto«, explica. Otras condiciones necesarias para llegar a ese estado deseable son que «las tareas sean moderadamente desafiantes y requieran de concentración y enfoque, tener objetivos claramente establecidos y ofrecer datos que permitan al trabajador autoevaluarse», resume este especialista.
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